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Buenas prácticas de la Cirugía Estética

La cirugía plástica comprende dos ramas de cirugía, diferentes entre sí por sus objetivos, pero complementarias por sus procedimientos. Una es la cirugía reparadora, que actúa en sujetos enfermos, que pretende corregir defectos producto de traumatismos, malformaciones congénitas, secuelas de quemaduras, y corrección de defectos producto de extirpación de tejidos como ocurre en la cirugía oncológica. La otra es la cirugía estética que, actuando en sujetos sanos, pretende corregir imperfecciones que pueden ser más o menos visibles, o bien que le causen al paciente un compromiso psicológico. Por lo tanto, la primera actúa sobre pacientes enfermos, por lo que está sujeta a menos conflictos de orden ético, en comparación con la segunda, que es sobre sanos y es la que concentra la mayoría de los conflictos éticos de la especialidad. Lo similar entre ambas es que las competencias y destrezas del cirujano son similares entre ellas, y para un cirujano experto en obtener belleza le es más posible obtener mejores resultados en la reparación de defectos. Para un cirujano, ejercer ambas ramas de la especialidad es complementario y lo pone en mejores condiciones de resolver múltiples problemas. El solo hecho de ejercer una sola de las ramas, lo que es frecuente en médicos no especialistas, lo deja en condiciones limitadas para obtener buenos resultados y dejar satisfecho a sus pacientes.

En esta rama de la cirugía estética, que no está exenta de complicaciones y malos resultados o resultados no esperados, es donde se concentran la mayoría de los conflictos entre cirujano y paciente y donde mayor influencia tiene la conducta ética del cirujano.

El objetivo de este trabajo es analizar el rol que tienen las actitudes y las decisiones que toma el cirujano, en los riesgos, evolución y en los resultados del procedimiento o la cirugía.

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